Vínculos tóxicos y vínculos sanos. Claves para distinguirlos
¿Os acordáis de aquel lugar de vacaciones donde ibais de pequeños? ¿Y de aquella profesora que tanto os ayudó en el colegio? Si cerráis los ojos y os imagináis vuestro primer viaje de juventud, ¿sentís sensaciones que correspondían a ese momento?
Nuestra historia está plagada de personas, actividades y lugares a los que, de una manera u otra, nos hemos vinculado afectiva y emocionalmente. Vincularse significa conectarse, relacionarse con alguien o con algo desde los diferentes planos de nuestro ser.
Todos establecemos innumerables vínculos en nuestra vida y cada uno de ellos es diferente y tiene unos efectos distintos sobre nosotros.
Podríamos diferenciar en nuestra historia entre vínculos sanos, que son aquellos que nos aportan bienestar y claridad, y vínculos tóxicos, aquellos otros que nos dañan psicológicamente, nos producen sentimientos negativos y nos producen confusión.
Pero ¿cómo podemos saber si nuestros vínculos son o han sido sanos? ¿Cómo identificar un vínculo tóxico?
Es importante que partamos de la base de que la distinción entre vínculos sanos y vínculos tóxicos es una clasificación cuyos términos no se excluyan entre sí. En la realidad, un vínculo sano puede derivar en un vínculo tóxico y, más raramente, un vínculo tóxico podría llegar a convertirse en un vínculo sano. Eso quiere decir que el vínculo es algo dinámico, cambiante. Debemos ver el vínculo no como algo momentáneo, sino como un continuo que atraviesa distintas fases y da lugar a matices y niveles diferentes.
Podemos identificar un vínculo sano a través de algunos factores:
1. Está basado en la elección, no en la obligación, la culpa o la dependencia.
Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades con las que elegimos vincularnos libremente. Entonces, ¿qué ocurre con la familia?; si la familia es algo que nos viene dado, ¿podemos hablar de vínculos familiares? Es cierto que la familia de origen no se elige, pero sí elegimos nuestra manera de vincularnos con nuestro círculo familiar, padres, hermanos…, sobre todo en nuestra edad adulta. No es lo mismo, por ejemplo, elegir vincularnos desde “el querer” (“Qué bien, hoy tenemos comida juntos, así le puedo comentar a mi hermano lo que me pasó el otro día”) que elegir vincularnos desde “el deber” (“Voy a visitar a mis padres que, si no, dicen que no voy nunca”). En este caso es la naturaleza del vínculo lo que se elige.
2. Es nutritivo, nos enriquece intelectual y emocionalmente.
Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que nos aportan emociones, vivencias o aprendizajes positivos que nos hacen crecer y desarrollarnos. Por el contrario, aquellas actividades o personas que nos aportan sentimientos de culpa, que sacan de nosotros nuestros lados más negativos, que nos proporcionan vivencias nocivas para nosotros, son vínculos tóxicos.
3. Es flexible, se adapta a las circunstancias sin resultar absorbente.
Son vínculos sanos aquellos que se establecen con personas, cosas o actividades que permiten una cierta flexibilidad tanto en el tipo de relación como en las dinámicas que en ella se generan.
Un vínculo que puede ser sano en un determinado momento puede tornarse en tóxico, si su rigidez limita a las personas o les impide que se desarrollen. Esto suele ser muy común en las parejas, en las que los cambios son percibidos, en ocasiones, como sinónimo de peligro, haciendo que los miembros no puedan descubrir o desarrollar nuevas facetas de sí mismos. También, suele pasarnos en nuestro entorno laboral: aquellas empresas en las que desarrollamos diferentes acciones, en las que hay novedades en las tareas y en las que tenemos perspectiva de crecimiento, favorecen que los empleados se vinculen mejor al proyecto empresarial.
La manera de vincularnos con nuestro entorno está directamente relacionada con nuestra manera de ser y de sentir. Ambas se influyen mutuamente y se retroalimentan entre sí, de modo que se pueden generar cambios en ambas direcciones.
Por ejemplo, podemos establecer vínculos tóxicos en momentos vitales en los que no nos encontramos bien (insatisfacción en la pareja o en el ámbito laboral, falta de motivación, miedo a la soledad). De la misma manera, podemos no encontrarnos bien como consecuencia de alguna relación vincular tóxica. Ahora bien, esta situación de retroalimentación entre el vínculo y los sentimientos nos deja un mensaje de esperanza: si trabajamos para generar cambios en la manera de vincularnos, se puede generar un efecto de engranaje en el que muchas piezas de nuestra vida se muevan, generándonos bienestar en muchos ámbitos.
Aprender a establecer vínculos sanos con nuestro entorno es un factor necesario para el desarrollo y el bienestar personal. Los vínculos y la naturaleza de esos vínculos están en la base de dos de los pilares del ser humano: la identidad y la autoestima. Lo que somos y la manera en la que nos valoramos tienen mucho que ver con las relaciones que hemos establecido con nuestro entorno a lo largo de nuestra historia. Son esas vivencias las que hacen que nos definamos como hogareños, familiares, confiables, divertidos, extravertidos…
Tomar conciencia sobre nuestra manera de vincularnos nos alejará de repetir dinámicas relacionales tóxicas con los diferentes aspectos de nuestro entorno, por lo que os invitamos a reflexionar sobre vuestros vínculos y la influencia que tienen en vosotras y vosotros.
Psicóloga familiar y de pareja
Creo que la mayor parte de las personas que se proponen una reflexión sobre el yo (o el uno) y su entorno habrán derivado, al menos, en estas dos circunstancias: las relaciones y vínculos sanos y tóxicos. En cualquier caso, lo tanto vulnerable que el individuo -como ser social pero, no obstante, único- se encuentra con sus semejantes, obedece a su identidad que puede estar forjada o no por su autoestima.
En este último caso, será blanco de todas las dianas. Al fin y al cabo el animal social no ha dejado de tener esa parte de su exégesis de depredador y se abastecen los fuertes de la debilidad de los otros o de sus necesidades, como explica ampliamente el antropólogo Marvín Harris. Es esa posición de abastecedor quien origina el poder y, por lo tanto, su abuso.
En la pareja, ya desde el comienzo, se aplica la gestión de la caza como parte inalterable de su relación y actúa como víctima o como cazador/a aquella persona que ya, previamente, ha jugado ese papel en la seducción.
En cuanto a los instrumentos para defenderse de dicha situación, cabe recordar el trabajo que los adscritos a la Programación Neurolingüística (PNL) hacen a través del subconsciente para conseguir los ‘anclajes’ que procuren el buen estar del individuo. Un instrumento que, igualmente, se puede conseguir con otros medios de sugestión que tengan como meta la seguridad de la persona, ya que esta seguridad es su mejor defensa en estos casos.
Javier Cuenca
Gracias por compartir tu opinión Javier, tambíen aporto la revolucionarias técnicas de Integración cerebral (TIC), EMDR y Branispotting, que de manera muy interesante, rápida y eficaz, nos ayudan también a través del subcosnciente a conseguri sanar patrones tóxicos. Tampoco hay que olvidar el psicodrama como herrramienta para esta sanación.
Raquel López Vergara, directora de Grupo Crece