La adolescencia es una edad crítica donde se producen muchos cambios a nivel físico, emocional y social. Cambian también su forma de pensar porque empiezan a entender la realidad de otra forma mucho más compleja y abstracta. Por otro lado, comienzan a identificarse más con sus iguales distanciándose de los padres, madres y adultos, en general, para sentirse más autónomos e independientes de ellos, por lo que es lógico que se vistan igual, sigan las mismas modas, los mismos intereses y gustos.

Este proceso hay que tomarlo como una “rebeldía” dentro de unos límites, y dependiendo de cómo los progenitores encajen dicho proceso va a facilitar más o menos que el/la adolescente encuentre su equilibrio.

Por ejemplo, si los padres se muestran excesivamente rígidos y autoritarios puede ocurrir que el hijo se comporte de manera excesivamente sumisa y dependiente, y no encuentre la autonomía necesaria, o justamente lo contrario, que ante esa rigidez el hijo opte por rebelarse y se identifique con modelos negativos y valores socialmente inaceptables (conductas agresivas y comportamientos disruptivos).

Podríamos seguir hablando de las consecuencias que tiene en la evolución a la adolescencia los distintos estilos educativos, pero vamos a centrarnos en el estilo más democrático y asertivo con el fin de ayudar a nuestro hijo o hija adolescente en este difícil proceso de cambio.

¿Cómo llegar a un equilibrio entre los límites y las normas y la autonomía de los adolescentes?

1.   Comprenderles y aceptarles como personas con su propia identidad y diferencias, aunque no apruebe determinados comportamientos.

Esto significa empatizar con sus emociones, partiendo de lo que sienten. Estamos en un momento muy especial y difícil, donde nos es muy complicado relacionarnos con ellos y de manejar las consecuencias; es “otro hijo distinto” y ya no es “aquel niño, aquella niña”, no entendemos lo que hace y estamos como perdidos. Ahora su autoestima está más vulnerable que nunca, debido a esta etapa de cambios, se siente más inseguro porque no hayun buen conocimiento de sí mismos, y tratan de buscar una identidad. Empatizar nos ayudará a comprender cómo se sienten, partiendo de su experiencia. Esto nos abrirá una puerta para que ellos se expresen, se comuniquen con nosotros desde la serenidad y no desde una actitud defensiva: “Ya veo que no te apetece nada ir a casa de los abuelos, puedo entender que te apetezca más quedar con tus amigos…”. Tiene que ser una comunicación lo más honesta y clara posible, no se pierde autoridad y se va a empezar a relajar con nosotros.

 2.  Darles algo de razón.

Cuando les escuchemos y empaticemos con ellos, es bueno darles la razón en algo, de esta forma les inyectamos autoestima, en lugar de pasar al control, de competir con ellos y de corregirles constantemente. Si vemos que no tiene razón, o que se están equivocando, le damos opciones para que resuelva, para que busquen una solución: “¿Quieres saber mi opinión? ¿Qué puedes hacer para….? ¿Qué otras opciones hay…? ¿Qué te gustaría hacer…?” Le damos nuestra sugerencia, nuestra postura y le podemos dar pie a una posible negociación.

 3.   Expresar los sentimientos sin criticar.

Otra manera de desarrollar la aceptación y de ayudarles en este momento de cambios es expresando nuestros sentimientos sin criticar, partiendo de nuestra experiencia. “Me estoy empezando a preocupar por tu peso…me preocupa que no podamos hablar de una manera tranquila…”. Facilitamos así la comunicación con ellos tomando contacto con cómo nos hace sentir su comportamiento. Nos tenemos que volver más emotivos porque la información emocional es lo que más les llega en este momento de vulnerabilidad de su autoestima, les hace mella y se motivan más para la escucha.

En resumen, todo lo que sale de la empatía, la escucha activa y la expresión de nuestros sentimientos tiene efectos muy rápidos en nuestros hijos e hijas adolescentes, vamos a notar que se abren mucho má,s y van a encontrar en nosotros un apoyo más que un obstáculo para sus planes. Estamos en la edad en la que hay que filtrar y quedarnos con lo importante, concentrarnos para que ellos sientan que la supervisión y el control están en este aspecto y no en todo lo que les rodea. Nuestra ayuda comienza por aceptar que sean cada vez más autónomos e independientes, dejarles crecer acompañándoles sin invadir.

Susana Paniagua

Psicóloga y coach, experta en familias, niños y adolescentes

Grupo Crece