El tiempo y los procesos de adaptación ante crisis, pérdidas o momentos vitales difíciles
Si hay algo que nos duele a los humanos, son las pérdidas: la pérdida de la juventud, la pérdida de la libertad, la pérdida de nuestros seres queridos… Parece que no siempre tenemos desarrollados los mecanismos de adaptación al cambio y aceptación, ni tenemos interiorizado el hecho de que las cosas y las personas no son inmutables ni duran para siempre. Da la impresión de que el mecanismo psicológico de defensa conocido como negación, cuyo poder consiste en borrar de nuestra mente aquellas realidades que nos resultan dolorosas o incómodas, se nos pasa de vez en cuando de rosca, alejando de nuestra conciencia la realidad de que la vida es impredecible e incontrolable.
Tal vez no haya nada que nos facilite aceptar de manera súbita las partes más amargas de la vida, pero sí tenemos un mecanismo interno que nos hace capaces de superar estas situaciones: nuestra capacidad de adaptación.
En muchas circunstancias, no la recordamos, no la tenemos en cuenta, o, lo que es peor, la boicoteamos.
La capacidad de adaptación es ese don que nos permite asimilar las circunstancias vitales, y acomodar a ellas nuestro comportamiento, nuestras necesidades, nuestros pensamientos y nuestras emociones.
Esto, ha permitido a la humanidad evolucionar como especie y sobrevivir en situaciones ambientales, históricas y psicológicas extremas.
Sin embargo, esta capacidad que nos lleva acompañando desde nuestros orígenes como seres humanos, se encuentra con un gran enemigo en la época actual: nuestra necesidad de gratificación inmediata. Queremos dejar de sufrir rápido, olvidar rápido, encontrar sustitutos rápido… Y si no es así, sentimos que estamos haciendo algo mal. Nos sentimos culpables y nos inunda un sentimiento de inutilidad. Esto nos lleva a una búsqueda incansable del bienestar, a forzar nuestro cuerpo, y a no permitirle lo que realmente necesita: tiempo. Tiempo para avanzar, tiempo para adaptarse, tiempo para plantearse estrategias e irlas perfeccionando, para pasar por los estados emocionales que nuestro cuerpo necesita.
Nuestra función como psicólogos en casos de duelo o cambio vital es, precisamente, esa: ayudar a las personas a afrontar y permitirse el proceso de asumir la pérdida o el cambio, y acompañarles en ese proceso, haciéndoles conscientes de las enseñanzas que se derivan de cada paso, y de la función de cada etapa. Podríamos decir que acompañamos a las personas, y generamos el mejor contexto para que su capacidad de adaptación se desarrolle, y pueda hacer su trabajo.
Si incluyésemos más a menudo el factor TIEMPO y el concepto de PROCESO en nuestras vivencias y en nuestras decisiones, viviríamos la vida con menos ansiedad, con menos inseguridad y con más confianza.
Y así, sin saltarnos etapas, podríamos llegar a las metas que pretendemos alcanzar de una manera más afianzada, habiendo aprendido del camino, y engrosando con la experiencia nuestra capacidad de adaptación.
Psicóloga y coach
Me parece brillante y esclarecedor el artículo. Felicitaciones.
Les dejo mi blog, afín al tema pero no profesional
https://cartaaunsobrino.blogspot.com/
Gracias!
Mil gracias por tu interés y por el contacto! Un abrazo