teatro

En mi trayectoria como profesor de teatro siempre he encontrado, a rasgos generales, dos tipos de personas que se acercan a mis clases. Aquellas  que buscan el gozo a través del juego y la expresión artística, y los que desean profundizar en un camino de autoconocimiento a partir del trabajo actoral. Ambas aspiraciones son absolutamente válidas: la lúdica y la terapéutica. Pero ¿acaso se pueden separar ambas facetas del teatro? De hecho podría parecer que nada tiene que ver el teatro, y su aspecto lúdico y desenfadado, con un proceso terapéutico, considerado en ocasiones una tarea seria y emocionalmente costosa. Sin embargo para mí es cada vez más difícil separar estos dos conceptos, pues presiento que ambos se hallaban integrados desde el mismísimo origen del teatro.
El arte ha tenido desde sus primeras manifestaciones una función mágico curativa que lo asemejaba directamente a un método terapéutico. El arte de la representación, por medio de rituales, nació para tratar de dar explicación a aquellos aspectos de la vida de difícil comprensión. De esta manera el ser humano tomaba contacto con lo misterioso, con lo invisible, en un anhelo de integrar en su interior aquello que le producía miedo y se escapaba a su limitada interpretación de la vida. Es como si necesitase reafirmar su capacidad para sobrevivir en un mundo absolutamente hostil. Así nacieron los mitos, los cuales narraban acciones virtuosas de los héroes, y ofrecían un modelo en el cual vernos reflejados. Con el tiempo los ritos religiosos y curativos evolucionaron transformándose en teatro, y los brujos encargados de la salud de la comunidad se transformaron por un lado en actores, y por otro en curanderos o chamanes. Parece que aquí se encuentra una clara escisión entre el teatro y la medicina o la psicología, en lo que a esa faceta sanadora se refiere. Estas dos últimas ciencias nacerían a partir de la aparición del logos en el ser humano y su necesidad de razonar científicamente las cosas, mientras que el teatro continuaría con su intento de acercarnos a la inexplicable y, en ocasiones, dolorosa realidad a través del arte. Tendría que pasar mucho tiempo para que a principios del siglo XX, personas del mundo de la psiquiatría volvieran a ver en el teatro esa cualidad terapéutica olvidada por el paso de los años.

aritoteles

Sin embargo, aunque el teatro convencional siempre fue considerado un producto artístico cultural que se compra y se vende, es fácil encontrar grandes teóricos que asignaron al actor esa difícil tarea de sanar con su actuación. Ya Aristóteles señaló la importante cualidad del actor de conseguir la purificación de las almas de los espectadores por medio de la catarsis (la psicología tomaría del filósofo este concepto en el siglo XX). Artaud en los años 20 estudió las formas rituales prehistóricas en la búsqueda de un actor capaz de lograr la transformación espiritual del espectador. Grotowski poco después comparó al actor con un sacerdote que debía seguir un camino de autoconocimiento para despojarse de todas sus resistencias y servir de vehículo catalizador de la experiencia sagrada del espectador.

Pero podría ser que muchos de nosotros, al oír estas teorizaciones tan profundas y teniendo en cuenta el panorama actual del teatro, nos quedemos con una sensación de cierta incredulidad. Más aún si vamos al teatro en busca de ese actor tan portentoso, y simplemente vemos una representación comercial de las que tanto abundan. Entonces nos preguntaríamos: “¿pero dónde está ese efecto catártico, sanador, purificador, revelador o como quieran que lo llamen los entendidos?” Pues bien, desde mi punto de vista, ese efecto mágico no se encuentra en los teatros, sino en la propia actuación. En el juego dramático en sí.

grotowski

El mayor hallazgo en esta materia fue el que hizo a principios del siglo XX Jacob Levi Moreno, psiquiatra y apasionado del teatro, que pensó que si este aportaba una experiencia sanadora en aquel que actuaba, era mejor olvidarse de ir a ver obras de teatro convencionales y dedicarnos por entero a actuar. Según él, y tantos otros, la creatividad cualidad fundamental del teatro, es algo inherente al ser humano, y todos podemos desarrollarla y disfrutar de ella. El hacer teatro, y todos los beneficios que procura, han de estar al alcance de todos.

Artaud

En definitiva, es difícil saber qué es aquello que nos aporta el teatro que nos sienta tan bien. Las personas que nunca lo han probado, y se acercan unos días a intentarlo, suelen reconocer que se sienten mejor. Con razón: se han desahogado, han jugado, se han reído, han gritado, han expresado emociones de todo tipo, han representado personajes absolutamente alejados de ellos… Y lo más importante de todo, lo han hecho en relación con otras personas. Y sea cual sea la razón por la que desean hacer teatro, algo encuentran en él que les hará sentir bien.

 

Fernando Gallego

Actor y terapeuta gestlt